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Las Situaciones Límite

El hombre moderno ha ampliado en este siglo su horizonte de manera sorprendente. Nunca antes en la historia de la humanidad se ha visto tan equipado, informado, posibilitado como lo está en la actualidad. La relación HOMBRE – PODER, se ha visto modificada notablemente.

Como sesgo característico de esta situación, la sentencia cultural “querer es poder” se ha tornado más ajustada que nunca para explicar o describir la vivencia de este super-hombre moderno.

Partiendo de esta misma sentencia, afirmación ilusa en respuesta a una ambición esencial del hombre –ser omnipotente- entiendo que se plantea una curiosa y nefasta disyuntiva: si afirmamos que querer es poder, debemos inferir que aquel que no puede, en realidad, no quiere. Es decir, al partir de una actitud que denomino de voluntarismo omnipotente, pasamos a otra que bien podría llamarse decidia culposa/culpógena..

Ahora bien, cuando este hombre moderno se enfrenta, desde aquella ilusión todopoderosa con su propia existencia cotidiana, comprueba que esa afirmaci’on es solo relativa, porque se encuentra acotada por distintas circunstancias existenciales que impiden aplicarla rigurosamente. Circunstancias de distinto tipo o naturaleza: algunas ocurren por azar (nos son dadas), otras son impuestas (responden a deseos, decisiones o posiciones de terceros) y una tercera categoría es proveniente de nuestras propias decisiones. Sí, de nuestras decisiones se siguen inevitablemente consecuencias, las cuales se constituyen en circunstancias que acotan nuestro “querer” y, fundamentalmente, nuestro “poder”. Cuando se produce la conciencia de ese acotamiento y la burbuja de la ilusión se diluye, ese contraste omnipotente con la realidad imponente, se le plantea al hombre una SITUACION LIMITE. En ese momento, mediando una confusión por el impacto, el hombre pasa de la omnipotencia a la impotencia, del “todopoder” a la inhibición absoluta, el sentirse “atado de pies y manos”.

Inicialmente, la reacción habitual es la “acentuación de la carecido”. Aparecen las cuestiones del tipo “si pudiera”, “si tuviera”, “si supiera”, “si no fuera por”, “quién puede ayudarme”, incluso “quién tiene la culpa de esto”. Claro está, al tomar lo carecido como determinante, aparece la vivencia de la impotencia, la certeza de no poder, el vencidismo.

Pero, más allá de esto, el “poder” (entendido como posibilidad de acción), ¿de qué depende?. Ciertamente, no depende de lo que tengo, tanto como de lo que decido hacer con lo que carezco. Puedo victimizarme, reprochar a terceros o a mí mismo, reclamar, etcétera, o puedo asumirlo como aquello con lo que no puedo contar, para así

crear con lo que sí posee, por poco que parezca ser, una respuesta a esa situación límite que debo enfrentar. La posibilidad de solucionar una situación límite, tiene que ver con el modo de encarar la propia existencia, asumiendo el equilibrio entre lo que tengo/carezco; depende más de mis decisiones que de mis posesiones, miserias o pretensiones.

Cuando las circunstancias me imponen o posicionan en una situación de las llamadas “límite”, cuando llego a vivenciarla con un sentido de tragedia, lo único que queda en pie es nuestra posibilidad de “oponernos”. La salida pasa por la capacidad valorativa del hombre.

Se presentan historias que ilustran los conceptos, algunas de ficción y otras reales y se plantean dos consignas y una sugerencia:

a) consignas: creer para crear

revelarse para rebelarse

b) sugerencias: vivir lo cotidiano / límite como un “crucigrama”

Descubrir la puerta de regreso al paraíso perdido, depende de que tomemos decisiones dignas de ella.-


Dr. Claudio César GARCIA PINTOS

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