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Disposición a la Fidelidad

La “disposición a la fidelidad” es expresión de la naturaleza espiritual del hombre. Es decir, su posibilidad de percibir valores y adherirse a ellos, decidiendo cómo vivir su vida.

Cuando percibimos valores accedemos a la “verdad”, y la verdad, por serlo, se impone. Una manzana “es” una manzana. Y lo será por siempre. Una vez que la haya percibido como tal, la reconozca como tal y la aprehenda como tal, será manzana para siempre.

Del mismo modo, cuando el hombre percibe la “verdad”, la acepte o no como tal, le guste o no, no puede dejar de aceptarla como tal.

Si hablamos de la fidelidad, usualmente nos imaginamos aspectos vinculados con la pareja. La fidelidad de los esposos, la de los novios. Pero creo que podemos hablar de fidelidad en sentido amplio: fidelidad a una idea, a una causa, en la amistad.

Por otro lado, implica una confianza básica inspirada por aquello a lo que le soy fiel. Confianza que se basa en, precisamente, haber percibido la verdad en el otro / lo otro. Y digo percibido, queriendo decir que no se trata necesariamente de una certeza a la que accedemos por vía de la racionalidad. Es una captación inmediata de la esencia veraz de el otro/lo otro, en lo cual se deposita esa confianza.

En términos de la conyugalidad o del noviazgo, por ejemplo, considero que la persona humana es naturalmente fiel. Es decir, manifiesta una “disposición natural” a la fidelidad. ¿Por qué? Porque cuando Juan conoce a María y la ama, la ha captado inmediatamente es su esencia buena para él. Y lo que es bueno hoy, es bueno mañana y lo será por siempre (como la manzana, que será manzana siempre y no otra cosa) Y si es así, mi adhesión a lo bueno y veraz es permanente. Y cuando “encuentro”, no sigo buscando, sino que me satisfago con lo encontrado.

Sin embargo, es habitual que encontremos muchas “infidelidades” entre personas que dicen amarse. ¿Cómo entenderlo?

Creo que puede deberse a varias razones, de las cuales señalo solo algunas:

1- que en realidad no haya amor verdadero, sino un entusiasmo originado y sustentado exclusivamente en atractivos físicos (que comprometen solo la corporalidad) o aún, en atractivos personales (que afectan solo la emocionalidad) El amor verdadero, compromete la existencialidad, incluyendo lo anterior y expresando la espiritualidad en acto concreto. Si solo me une a María la corporalidad y la emocionalidad, nuestro vínculo quedará sometido a los vaivenes de lo emocional y a lo efímero de lo corporal. No satisfecho, sigo buscando por otro lado la verdad.

2- puede ser que exacerbada la voluntad de poder, encuentre en la infidelidad motivaciones que “me hagan sentir bien”, más hombre/mujer, etc

3- puede ser que la presión social me haya hecho perder de vista el “ser-yo-mismo”, adhiriéndome a “mis verdades”, y haya caído en la tentación de ser “uno-distinto-de-mí”, es decir, me haya masificado y sometido a la presión social de que ser infiel es “cool”, es ser “progre”, moderno, actual, etc. Ser fiel está pasado de moda, es de timorato, reprimido, etc.

Una misma presión social que nos llama a hacernos eco inmediato de “lo que siento” o “lo que tengo ganas de hacer”, sin reflexionar acerca del “para qué”, sus consecuencias, etc.

No olvidemos que la idea postmoderna de libertad es liberarse de todo; el famoso “no reprimas”, que posibilita que uno pueda no reprimir, sin hacerse cargo del daño que pueda generar en el otro aquello que yo no reprimo.

4- puede ser que no tenga desarrollada una realización de sentido en mi vida y la infidelidad sea expresión de un vacío existencial.

5- asociado con lo anterior (4) NO CREO que la infidelidad sea justificable absolutamente en aspectos del temperamento (“soy una persona impulsiva”, “soy una persona con gran erotismo”, etc), en aspectos de género (“los hombres somos infieles por naturaleza”), nio en aspectos sociológicos (“salí a los hombres de mi familia”, “acá, ser infiel, es ser hombre”)

Entonces, brevemente, creo que la disposición a la fidelidad es una manifestación de la capacidad esencialmente humana de percibir valores, elegir de entre ellos uno en particular, adherirme a él y organizar mi vida en torno del mismo. Es expresión de la espiritualidad o del noodinamismo facultativo, y explica la permanente adhesión de una persona a un valor captado como tal y sustentado decididamente a partir de su misma captación.

Como diría Frankl, hablando del amor, es decirle a alguien TÙ (lo capté como valor) e inmediatamente después SÌ (mi adhesión al otro y al valor que capté en él, fidelidad)

Agregaría que la fidelidad tiene un par necesario e inseparable que es la lealtad. A partir de la fidelidad me comprometo con ese valor y lo sostengo como tal. No sólo confío sino que, por mutualidad, paso a ser objeto de confianza. La lealtad es honrar ese compromiso. Por eso mismo, si bien puedo confundirme por un momento y pecar de infidelidad ocasional o circunstancial, el “sostenimiento de la infidelidad” implica una falta mucho mayor en tanto se trata de deshonrar decidida y habitualmente ese compromiso. Por tanto considero a la infidelidad como el acto desordenado de una persona que busca sentido, en tanto que la deslealtad podría definirse como la habitualidad de esa persona en deshonrar la confianza en sí mismo y en el otro.

Aún cuando haya sido circunstancialmente infiel, puedo tomar consciencia del hecho y asumir el camino de mi “deber-ser”. Podría plantearme por qué fui infiel, qué quiero seguir viviendo y qué no, como hacerlo sin lastimar a nadie, etc. Pero si mantengo en paralelo la historia de mi infidelidad, eso ya es deslealtad porque deliberadamente hago algo que, de hacerse público, sé que lastimaría al otro.

Son sólo reflexiones sobre el teclado de mi computadora. Por favor, recibilas como tales y criticalas todo lo que creas conveniente.



Dr. Claudio César GARCIA PINTOS

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